¿Es la felicidad una elección? Por qué no tenemos control sobre nuestro bienestar

por | Jun 27, 2022 | El Valor de Vincularse

Como tantos psicólogos, gurús motivacionales, talleres, libros, memes y tazones de regalo aseguran: ¿Es la felicidad una elección? ¿Están los sentimientos de alegría, satisfacción y propósito realmente bajo nuestro control? ¿Es el bienestar algo que puedes mejorar con unos “simples pasos”, como aseguran muchos supuestos expertos en felicidad?

LAS BRECHAS DE LA FELICIDAD

En Occidente, nos encanta creer que el éxito es en gran parte resultado de la voluntad – a pesar de la gran cantidad de evidencia que asegura lo contrario. De hecho, según bastantes estudios recientes, hay eventos y fuerzas que hacen que la felicidad sea mucho menos probable para muchas personas, y que parecen estar ampliando las “brechas de felicidad” entre los más privilegiados y todos los demás: las muertas masivas por el COVID-19 y el caos que desató, la desigualdad económica y social, el conflicto político y la discriminación.

Sin embargo, si te mueves fuera de los estudios de la felicidad a otras ramas de la psicología, así como a la economía y la sociología, surge una imagen muy diferente: la felicidad comienza a parecerse menos a una elección individual y más a un producto de decisiones institucionales, económicas, sociales e históricas, moldeadas por las diferencias de poder entre los grupos.

NEGOCIANDO CON EL OPTIMISMO

Cuando decimos que “fuerzas estructurales” afectan la felicidad, ¿a qué nos referimos? ¿Cómo se ve una “fuerza estructural” hoy en día”?

Por ejemplo, la familia es una fuerza estructurada por leyes sobre matrimonio, divorcio, impuestos, salud reproductiva, hijos… y el poder que los hombres han tenido a lo largo de la historia respecto a esas leyes. Tu red social también es una estructura formada acorde a tus interacciones con otras estructuras: dónde estudiaste, a qué te dedicas, tu género, tu raza, tu religión – todo eso que te conecta con el resto. 

Las fuerzas estructurales suelen ser invisibles para los individuos en la vida cotidiana. Son algo que se vuelve visible a través del estudio, la concentración y la conciencia. Como suele ser el caso con el clima, la mayoría de nosotros generalmente no nos damos cuenta de las leyes e instituciones que dan forma a nuestras vidas hasta que se desata una tormenta de algún tipo.

El nacimiento de la psicología positiva fue revolucionario en su momento: al centrarse en las fortalezas, las virtudes y la felicidad -esos rasgos y prácticas que ayudan a las personas a prosperar- abrió una puerta a las mentes y relaciones humanas que la ciencia había descuidado durante mucho tiempo. Desafortunadamente, sin embargo, este enfoque en el individuo llevó a muchos investigadores y profesores a rechazar conscientemente las explicaciones estructurales de la desgracia y la infelicidad individuales, reflejando el próspero contexto en el que crecieron sus ideas.

“En general, cuando las cosas van mal, ahora tenemos una cultura que respalda la creencia de que esto te lo hizo una fuerza mayor, en lugar de que tú mismo lo provocaste por tu carácter o tus decisiones”, dijo el fundador de la psicología positiva, Martin Seligman, en una entrevista de 1999, al año siguiente de ser elegido presidente de la Asociación Estadounidense de Psicología. “El problema de eso es que es una receta para la pasividad, el abandono y la impotencia”.

Sin embargo, incluso muchos psicólogos individuales y organizaciones de psicología positiva reconocen fácilmente que el campo se ha centrado «demasiado en el individuo», lo que puede llevar a «culpar a las víctimas» y a generar excusas para una opresión sistémica.

LECCIONES DE PANDEMIA: ¿QUIÉN PUEDE SER FELIZ?

La desigualdad de la felicidad ya estaba aumentando junto con la desigualdad de ingresos y riqueza en los años anteriores al COVID-19, como encontró el Informe Mundial de la Felicidad. Y durante la pandemia, parece que el bienestar se volvió aún más difícil para unos que para otros.

Por supuesto, enfermedades como el COVID-19 no son fuerzas estructurales para un sociólogo o un psicólogo social, pero hemos creado instituciones y políticas para mitigar el impacto de la enfermedad. Sentimos la fuerza de esas estructuras cuando el virus llegó al país, ya que las escuelas, las empresas y los viajes cerraron por recomendación de las autoridades sanitarias. 

Tales medidas afectaron profundamente la salud mental en todo el mundo, pero el impacto negativo no se sintió de manera uniforme. Un nuevo estudio publicado el mes pasado en The Lancet examinó la salud mental en 15 países, durante los primeros 15 meses de la pandemia. De hecho, cuanto más estrictas son las políticas de un país para restringir los movimientos y el comportamiento de los ciudadanos, peor se sienten. No se trata de argumentar qué medidas fueron mejores o peores: el punto es que la política pública y las fuerzas sociales importaron para el bienestar durante la pandemia. Como describió la psicóloga Kira Newman, los efectos de esas fuerzas estructurales fueron peores para los grupos desfavorecidos.

HABLAR DE FELICIDAD

A pesar de los numerosos artículos de psicología positiva que publicamos (porque, en cierta medida, no dejan de ser un aporte) nunca hemos ignorado cómo las fuerzas estructurales afectan la salud mental y física durante la pandemia. Sin embargo, no hemos permitido que todo eso que sabemos -cómo existen factores sociales perjudican nuestra felicidad- influya en cómo hablamos sobre la felicidad y cómo las personas realmente se vuelven más felices

El punto no es que no debas tomar las medidas que la investigación sugiere que podrían aumentar tu resiliencia y mejorar tus relaciones. Más bien, es que ya no debemos descartar o subestimar el poder de las fuerzas sociales en la configuración de nuestra felicidad y satisfacción con la vida.

Por ejemplo, si lees habitualmente los artículos que publicamos en Espacio Mutuo, podrías pensar que las claves de la felicidad están en caminar por el bosque, tomar fotos significativas, dar gracias y practicar la bondad. Pero eso podría ser principalmente una receta de felicidad para los privilegiados y estructuralmente libres. En la actualidad, no reconocemos de manera integral el poder del racismo, el sexismo, la desigualdad y otras fuerzas sociales sobre el bienestar. 

Reconocer el impacto de las fuerzas estructurales en el bienestar no tiene por qué ser una «receta para la impotencia», como argumentó una vez Martin Seligman. Ya hemos visto, durante la vida de muchas personas, grandes grupos de personas se vuelven más felices porque la ley, la cultura y la economía cambiaron de manera que hicieron más probable su felicidad, la mayoría de las veces en respuesta a la presión de los movimientos sociales.

Por Equipo Espacio Mutuo

Mutual de Seguridad

Compártelo
Compártelo